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sábado, 2 de julio de 2016

SECCIÓN LITERARIA – “EL PUENTE DE LOS ASESINOS”. Arturo Pérez-Reverte.

Nápoles, Roma y Milán son algunos escenarios de esta nueva aventura del capitán Alatriste. Acompañado del joven Íñigo Balboa, a Alatriste le ordenan intervenir en una conjura crucial para la corona española: un golpe de mano en Venecia para asesinar al dogo durante la misa de Navidad, e imponer por la fuerza un gobierno favorable a la corte del rey católico en ese estado de Italia.Para Alatriste y sus camaradas —el veterano Sebastián Copons y el peligroso moro Gurriato, entre otros—, la misión se presenta difícil, arriesgada y llena de sorpresas. Suicida, tal vez; pero no imposible. La obra resulta francamente muy entretenida, a ratos de mucha tensión, a ratos incluso divertida...Nunca, en los últimos 50 o más años, había leído una obra en español, en la que me encontrara con no menos de 20 palabras que no conocía...!!! Aparte de muy buen escritor, Pérez-Reverte es miembro de la Real Academia de la Lengua Española...y se nota... Eduardo Trucco
           Boletín literario preparado por Eduardo Trucco B., en cual comenta obras literarias de actualidad. Al igual que las demás publicaciones, el lector tiene la oportunidad de compartir sus opiniones usando nuestro espacio de “Comentarios”, ubicado al pie de cada publicación.  Eduardo Trucco Burrows, es abogado de la U. de Concepción. Reside en Algarrobo, en el condominio “Campomar” (camino a Tunquén).Ha estado ya casi dos años interviniendo por la defensa y protección de los ecosistemas de la playa de Tunquén, contra la invasión de inmobiliarias y demás personas que no tienen escrúpulo alguno en destruir toda la playa, el humedal y el santuario de la naturaleza. Lo que se presenta es un trabajo sencillo: leer obras escritas en español, subrayar lo que nos parece interesante, bello, atractivo, divertido o sorprendente; enseguida, haciendo una cuidadosa selección de todos los párrafos que se ha subrayado, se traspasan las citas – generalmente sin comentarios – al boletín.


BOLETÍN N° 222: Selección de párrafos.

EL PUENTE DE LOS ASESINOS”. Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara. Santillana Ediciones Generales, 2011. (Impreso en Chile, 1ª edición). Español. Periodista, reportero de guerra, escritor de novelas, miembro de la Real Academia Española. Novela ambientada en Nápoles y Venecia, siglo XVI.
    1. – Dios ciega a quien desea perder – masculló el moro, entre los dientes apretados por el dolor. Pág. 12.

  2. …habitan una tierra áspera, estéril, que los hace rudos, cerriles y ladrones a más no poder. Pág. 14.

  3. Él solo bastaba para deshonrar a un duque. Pág. 16.

  4. Su aspecto recordaba a esos cuervos siniestros a los que sueles encontrar junto a jueces e inquisidores, escribiendo renglones que no tardarán en complicarte la vida. Pág. 17.

  5. …aunque el fondo de sus pensamientos, con aquella estoica serenidad que lo caracterizaba a la hora de encarar la vida y la muerte o considerar los actos de los hombres, seguía siendo un misterio para mí. Pág. 19.

  6. (refiriéndose a Venecia) – República parásita – continuó diciendo Quevedo -, aristocracia de mercaderes, vive de promover disturbios a otros… Es gente sin más religión que su interés. Pág. 27.

  7. Entonces recordó el viejo refrán: cuando a un soldado le dan de beber, o está jodido o lo van a joder. Pág. 31.

  8. …pues la juventud, como es sabido, muchas veces gana en alientos lo que pierde en prudencia. Pág. 33.

  9. En el perfil tostado y aguileño, la claridad del día y el reflejo del sol en el mar le aclaraban aún más la mirada. Pág.35.

10. Siguió otro silencio, breve, durante el que don Francisco y el capitán Alatriste se miraron a los ojos con la inteligencia de su vieja amistad. Pág. 41.

11. Una sonrisa leve, un punto fatigada, aderezaba de melancolía el comentario.

12. Podría estar en tu lugar, quizás. O tú en el mío. Todo es cuestión de qué naipes tocan en la grasienta baraja de la vida. Pág. 51.

13. Que, si cual suele decirse, el hombre donde nace, la mujer donde yace y la puta donde pace, en torno a la silla de Pedro pacían más meretrices que frailes; y entre ellas, no pocas españolas. Pág. 53.

14. Admiré al paso varios rostros muy agradables, confirmando el viejo dicho soldadesco: cara romana y cuerpo sienés, andar florentín y parlar boloñés. Pág. 55.

15. Estaba más flaco. Envejecido, quizás. La vida no parecía haberlo tratado bien. Mostraba estragos. Pág. 65.

16. Antes de tomar a la izquierda, hacia la plaza llamada del Paradiso por su posada famosa, se volvió hacia mí, haciéndome notar que allí mismo, junto a la fuente que ocupaba el centro del campo dei Fiori, había muerto hacía veintisiete años, quemado en la hoguera, el dominico Giordano Bruno, entregado al papa por la Inquisición veneciana… Pág. 73.

17. Y concluí con amargura que ciertas fanfarronadas se esfuman viajando, y que cada cual tiene las ciudades y la memoria que se merece. Pág. 76.

18. Pero nosotros no éramos filósofos, sino hombres moviéndose por el territorio incierto y hostil de la vida… Pág. 93.

19. Hizo una pausa para mirar a los presentes, asegurándose de que todos habían penetrado el sentido último de sus palabras… Pág. 95.

20. La mayor parte de esas sumas, como de costumbre, acabaría en bolsillos particulares, bien lejos de quienes realmente iban a jugarse la gorja y la vida en el golpe de mano. Pág. 101.

21.  – No tengo opinión – dijo, tras un silencio -. Y cuando la tengo, me la guardo. Pág. 104.

22. Si es quien imagino, sabe matar – concedió.

23. – Si está dispuesto a entrar, es que sabe cómo salir – Alatriste se encogió de hombros-. De eso estoy seguro.

24.  – La frase es linda. Pero metidos en lindezas, se me ocurre otra: en asuntos de guerra es peligroso vivir de la fe ajena. Pág. 106.

25. La insolencia iba templada por el debido respeto.

26. Alguien dijo, o escribió, que en aquellos tiempos famosos y terribles los españoles peleamos todos, desde nobles hasta labriegos. Y era cierto. Pág. 110.

27. No era nuestro amigo hombre de muchos verbos, aunque sí de ésos observadores y sentenciosos que, a manera de viejos campesinos, son capaces de resumir complejos pensamientos en breves dichos, fruto de una experiencia que no está en los libros sino en la vida, el paisaje y el corazón del hombre. Pág. 113.

28. …y se persignaban con la misma soltura que blasfemaban. Pág. 116.

29. Siempre firmes, siempre silenciosos, sin otra esperanza que morir respetados y matando. Pág. 121.

30. …había procurado familiarizarse con los principales puntos de referencia en aquella ciudad pasmosa, intrincada, laberinto de islas, canales y callejones suspendidos entre mar y cielo. Pág. 126.

31. Rodeada de enemigos por todas partes, insidiosa ella misma por encima de todo, endogámica en el uso del poder, dominada por familias patricias según estrictas reglas internas, Venecia era una araña hecha a tejer su tela con prudente inteligencia y sin escrúpulos. Pág. 128.

32. Educado a sí mismo en el despojo de la guerra y los desastres, se aderezaba con poco: cama si la había, una mujer en ella cuando era posible, y una espada con la que labrar el sustento. Pág. 129.

33. Morena y de buena cara, hermosa todavía, con maneras y educación útiles a su oficio, tenía origen español – los Tajapiedra eran judíos expulsados más de un siglo atrás. Pág. 131.

34. Mujer segura y de toda confianza, había añadido el funcionario con el aire hermético de quien calla mucho más de lo que dice. Pág. 132.

35. La linde entre dinero, lealtades y oscuros motivos personales era siempre difícil de establecer, sobre todo en la tornadiza Italia.

36. La noche anterior, sin otra excusa que un movimiento negativo de cabeza y una sonrisa cortés bajo el mostacho, había rechazado los servicios de una mujer de linda cara y mejor talle que la patrona había enviado a su cuarto con el mensaje expreso, verbal, de que cuanto había debajo del camisón, el cordón de cuyo escote venía prometedoramente suelto, era gentil cortesía de la casa. Pág. 133.

37.  – Tengo la cabeza en otras cosas, señora. Aunque agradezco el detalle.
   Decía la verdad. No era de quienes hacían ascos a una mujer hermosa, y la de la noche anterior entraba en esa categoría. Pág. 134.

38. Sin duda había sido una mujer muy hermosa. Lo seguía siendo: a punto de madurez, aunque todavía en sazón. Pág. 136.

39. Sólo el necio veo ser / en quien remedio no cabe, / porque pensando que sabe / no cuida de más saber. Pág. 138.

40. Sin plantearse preguntas ni esperar otra cosa que ser fiel a su destino, junto a compañeros de vida y muerte que él mismo, libremente, había elegido. Pág. 139.

41. Los que no reían eran sus ojos, fijos en mí.

42. Que no terminaban siendo otra cosa que la compleja aritmética de sumas y restas entre lealtades y vilezas. Pág. 148.

43. Antiguo embajador en Turín y Roma, Riniero Zeno era hombre honrado, o al menos todo lo honrado que podía ser un veneciano. Pág. 151.

44. Aquí se traiciona como se respira. Pág. 153.

45. La vida y sus lances le habían enseñado a situar a las personas por lo que callaban, en vez de por lo que decían. Pág. 167.

46. Había fronteras, concluyó, que todo hombre era capaz de cruzar en cualquier momento de la vida. Pág. 169.

47. Que, cual solía decir don Francisco de Quevedo, y no era el único, en cierta clase de mujeres la hermosura sin desvergüenza es vianda sin sal. Pág. 188.

48. …pero su ida me desveló hasta el punto de que acabé dando vueltas bajo la manta, entre sábanas arrugadas que conservaban el calor y aroma de mi ardorosa ausente. Pág. 189.

49. Todos ellos – incluidos los filósofos – mataban y torturaban de lejos, por mano interpuesta. Pág. 203.

50. No le gustaba imaginar a Livia Tagliapiera en manos de los zaffi, los temibles esbirros de la Inquisición veneciana. Pág. 209.

51. Solían tener ojos tristes, que a veces se tornaban peligrosos. Ojos de venganza. Pág. 210.

52. Era absurdo renegar de lo evidente. Si algo sabía aquella mujer, era mirar. Pág. 211.

53. De nuevo era dueño de sí, como siempre. Pág. 212.

54. Cada hora aquí acrecienta la sensación de peligro. Da mucha pesadumbre no fiarse de nadie. Pág. 227.

55.  – Toda mujer engaña – tradujo -. Y todo hombre muere. Pág. 247.

56. …lo suficiente para saber que el fuego, el hierro y el tiempo lo destruían todo tarde o temprano, y que obras con ambición de eternidad se venían abajo en un instante, derribadas por los males del mundo y los desastres de la guerra. Pág. 255.

57. – Dudo que la fama os importe un carajo. Perro viejo no ladra a la luna. Pág. 259.

58. - Me asombra vuestra sangre fría, señor Alatriste. De justicia es que os lo diga.
      - ¿Y por qué ha de asombraros?... Espada tengo. Lo demás, Dios lo remedie. Pág. 276.

59. Me miraba, aunque el tono era pensativo. Íntimo. Se habría dicho que mi presencia removía en sus adentros la certeza de esa dificultad, y yo era el único obstáculo entre él y su perfecta indiferencia ante el Destino. Pág. 286.

60. – Nunca olvides las reglas. Las propias… En gente como nosotros, es lo único a lo que acogerse cuando todo se va al carajo. Pág. 289.

61. – Tuve hogar y una daga. Conozco la esgrima, la gramática, las cuatro reglas y algo de latín. Sé escribir con buena letra, a veces leo libros y he visto mundo… ¿Qué más puede pedir el huérfano de un soldado de Flandes? Pág. 290.

62. El recuerdo de aquel hermoso cuerpo, recorrido hasta sus más íntimos secretos, la causaba una sensación de profunda nostalgia… Pág. 294.

63. El capitán Alatriste miró a su viejo camarada como si le penetrara sin dificultad el pensamiento, y una sonrisa de mutua inteligencia afloró más a sus ojos que a su boca. Pág. 300.

64. Puesto que no había elección, quise consolarme con el viejo dicho soldadesco: la muerte sigue al que la huye y olvida al que la enfrenta. Pág. 303.

65. No era momento de entibiarse en nada ajeno a lo inmediato. Pág. 306.

66. Que nadie se perdió nunca por mirar dónde pone los pies, y algunos fían tanto del valor que olvidan la prudencia. Pág. 309.

67. Mientras se acercaba al italiano, Diego Alatriste sintió que ese paisaje desolado le enfriaba más el corazón, infiltrándose entre sus ropas y su carne. Tiñéndole el pensamiento, la voluntad, de una gris melancolía. Pág. 341.

68. Sólo concentración absoluta: crispación profesional que el cuerpo atento, adiestrado, vigilante pese a la fatiga que hacía mella en ambos, prolongaba en la hoja de su espada y en el filo de su daga. Pág. 348.

1-7-2016/ET


2 comentarios:

  1. La frase 21. – No tengo opinión – dijo, tras un silencio -. Y cuando la tengo, me la guardo. Me da la oportunidad para resaltar a lo que hemos llegado. Nada nos llama la atención, somos indiferentes a todo, somos cosas, mercadería, y no personas. Somos consumidores y no ciudadanos. No decimos nada, Pobre humanidad de idiotas. Ya no leemos ni comentamos, no porque no entendamos, sino porque no se gana nada con comentar. Por eso me gusta este diario, por que los lectores opinan, comentan, critican. Del libro, parece que se filmó una película en España para la tv ¿alguien puede dar una pista?

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  2. Gracias Eduardo por colaborar con la educación, lectura y cultura

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