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martes, 19 de abril de 2016

FALLECE EX PRESIDENTE ALGARROBINO DE CORAZÓN

En el día de hoy ha fallecido don Patricio Aylwin Azócar, a la edad de 97 años.  Fue el primer Presidente de Chile tras el retorno de la democracia. El ex Mandatario y militante de la Democracia Cristiana falleció en su casa, en Santiago, acompañado de su familia.

Aylwin fue un enamorado de Algarrobo. Los fines de semanas y periodos de descanso se recogía con su familia en esta maravillosa ciudad balneario, disfrutando de su tranquilidad, el silencio, su majestuoso mar y blancas playas. Le fascinaba contemplar sus cielos azules totalmente estrellados. Un Algarrobo que atrajo a otros ex presidentes y connotados políticos, profesionales y empresarios. Una época de esplendor de Algarrobo.

Cada chileno tendrá su propia visión sobre el gobierno del Presidente Aylwin, que hoy pasa a la historia de Chile como el líder de la democracia unidada que encabezó la transición en 1990 tras el régimen militar. Este medio informativo comunal de Algarrobo, hoy ni en el futuro, no hará una evaluación de su gestión, sino expresar solamente el sentimiento de pesar que deja su partida a quienes de una u otra manera su carisma, su trayectoria democrática y de estadista, les captó su simpatía, respecto, admiración y gratitud. Un hombre público de esas características que hoy en día escasea.

Nuestras condolencias a su familia, a sus camarada de partido, en especial a aquellos que siendo muy jóvenes conservadores, se separaron del partido tradicional para formar la Falange Nacional, inspirados en el humanismo cristiano de una Iglesia Católica que llamaba a la responsabilidad por la justicia social inspirada es su doctrina social. Algarrobo lo tuvo entre sus predilectos y hoy, le dice adiós Don Patricio, descanse en paz.

 

11 comentarios:

  1. Un Politico honesto, humanista con valores cristianos que hizo de su vida un camino testimonial a seguir. Hombres como don Patricio son los que necesitamos en Chile para dignificar la Politica. Un algarrobino que parte hacia la gloria con su mision cumplida, un democrata autentico. QEPD

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  2. Hipólito Aravena Escobar19 de abril de 2016, 23:39

    El fallecimiento de don Patricio Aylwin Azócar de hoy me ha impactado, emocionado y me ha hecho sentirme orgulloso de ser ciudadano de un país, Chile, con líderes de excelencia. Su participación activa y exitosa en el retorno a la democracia, constituye un hito de nuestra historia republicana que quienes hemos sido testigo de ello, nos entrega una lección de la solidez de un hombre con vocación auténtica de servicio público, honestidad y prudencia. Tuve muchas oportunidades de saludarlo en sus habituales paseos en nuestro algarrobo común, ver en él a un hombre íntegro, siempre con una sonrisa, sencillo, que miraba a los ojos y extendía su mano a todo quien se le acercaba, como un vecino algarrobino más. Me gustaría poder escribir más de don Patricio, pero no soy buen escritor y lo que quiero decir me es difícil, pues son sentimientos. Concluyo con una de sus palabras que se me quedaron grabadas, cuando al asumir la presidencia, dijo en el estadio nacional ¡Nunca más!

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  3. Adiós Don Patricio, vecino algarrobino. Gran vecino ilustre, gran Presidente, un digno ejemplo de un político de verdad. QEPD

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  4. Siento su partida. Nunca he sido de la tendencia de su partido, ya que por tradicion familiar he sido siempre de derecha, pero don Patricio fue un hombre que mantuvo siempre el servicio por lo publico en el mas alto nivel. Como dice el señor Aravena, fue un vecino algarrobino que nos prestigió. Se va una parte de nuestra historia.

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    1. Tampoco participé de sus ideas políticas pero si de sus valores como hombre y de su valentía para expresarlos. Guardo los mejores recuerdos de don Patricio como mi profesor de Economía Política y Educación Cívica en nuestro querido Instituto Nacional

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  5. Su figura de un hombre íntegro, de valores siempre consistente con su actuar en la vida privada y pública, es hoy al sentir su partida, un llamado a hacernos reflexionar de equivocada forma de cómo que hemos indo cambiando como sociedad. La relatividad, el acomodo, el doble discurso, la renuncia a los valores del humanismo entregado en el mensaje de Cristo de quienes en Chile nos decimos que el 80 o 90% somos cristianos. La solidaridad se la comió el individualismo, la verdad la acomodó los fines egoistas, lo suficiente se lo comió el consumismo. Don Patricio deja un legado que al ver desde ayer en la televisión detalles de su vida publica, me hace añorar la esperanza que surjan en nuestro Chile líderes de esa estatura. ¡Qué pequeño quedan hoy al comprar a Don Patricio con los senadores, diputados y lideres actuales de todos los partidos! Corrupción, cohecho, prebendas, facturas y boletas falsas, dineros de recibidos a escondidas de intereses grupales o empresariales. Mis condolencias a su gran familia.

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  6. Don Patricio fue un hombre sencillo, austero, sin ambiciones personalista ni de poder para sí, prudente, transparente, un gran padre de familia y testimonio de vida centrada en los valores, conciliador, firme ante la injusticia y el atropello a los derechos humanos. Ver hoy en las noticias como lo despide el pueblo y todo lo que dijeron de el, incluso de sus contendedores políticos, es algo que como chilena he hace sentirme orgullosa. No se ha oído una queja, un grito en contra, sino ha sido acompañado por el silencio y el aplauso. Qué diferencia de como fue cuando falleció el general Pinochet. Viva Chile, República democrática que aun tiene en sus lideres ejemplos para el resto de latinoamérica. Como católica, me siento en paz con su partida, pues vuelve a su Dios Padre quien le regalo tantos talentos que los usó para el bien común.

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  7. Lector del Mercurio20 de abril de 2016, 15:59

    Como homenaje a don Patricio, copio un párrafo del articulo del abogado y profesor universitario, Corlas Peña de hoy:

    "Justicia en la medida de lo posible" -su frase más citada y a la que las nuevas generaciones recurren cada vez que se quiere criticar a la transición- es la que mejor resume al político que él fue.

    La frase denota, como ninguna otra, que Patricio Aylwin nunca se engañaba, ni a sí mismo ni a los demás. Siendo un creyente férreo, sabía él que la diferencia entre la política y la religión deriva del hecho de que la primera se inclina ante la realidad y la segunda, en cambio, quiere trascenderla. Pero la experiencia, el fracaso de su generación que se dejó envolver por el mar sin orillas de la utopía, le había enseñado que la política democrática casi siempre da un paso cada vez, y que si bien nunca debe cejar en el empeño de mover los límites de la realidad, nunca debe hacerlo al precio de olvidarla.

    Alguna vez sugirió que la política democrática era casi un misterio: se trataba de una actividad, lo sabemos hoy sin ninguna duda, en la que se entrelazan las peores pasiones y algunos de los aspectos más oscuros de la condición humana, un quehacer erizado de trampas y de puntapiés en las que ninguna lealtad parece firme y ninguna amistad, sincera; pero lo notable es que de esa amalgama surge la forma de convivencia más respetuosa y más civilizada que se ha podido hasta ahora inventar y a cuya reconstrucción Patricio Aylwin contribuyó como ninguno.

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  8. María Isabel Fuenzalida Murúa20 de abril de 2016, 17:14

    Mis condolencias a la familia de Don Patricio Aylwin, pero deseo expresar mis sentimientos, tuve la suerte de vivir en San Bernardo mi adolescencia, en Avenida Portales 814, al lado de la residencia de l familia Aylwin en el año 1960, conocí a su hermana Carmencita y a una tía y ví muchas veces a Don Miguel barriendo las hojas de la calle .Don Patricio ha sido un testimonio vivo de CRISTO en la tierra ,él practicó todas las enseñanzas que CRISTO nos dejó, su familia sencilla, honesta, siempre atendiendo a los necesitados, fue una maravillosa experiencia. El legado que Don Patricio deja es para que lo pongamos en práctica amigos

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  9. Cuando hemos visto en la TV diversos pasajes de la vida familiar, privada y publica de Don Patricio y observamos su integridad, su calidad de estadista y noble político, prudente, conciliador, transparente, que no hizo fortuna alguna viviendo siempre en la misma casa, me doy cuenta que los políticos de hora son y actúan en forma totalmente contraria.

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  10. Columnista El Mercurio22 de abril de 2016, 16:01

    Patricio Alwin Azócar

    Agustín Squella. Columnista El Mercurio.Viernes 22 de abril de 2016
    Hoy será sepultado Patricio Aylwin Azócar. Su cadáver quedará bajo tierra. En cambio, su memoria -la de él como persona- , la de su gobierno de 4 años -el primero de la Concertación- y la de su participación en los últimos meses de la administración de Salvador Allende -cuando se preparaba el golpe de Estado- quedarán sujetas, como tiene que ser, al examen crítico de las actuales y futuras generaciones. Como se nota a tan solo 72 horas de su muerte, no habrá acuerdo en el análisis de cada una de esas tres memorias que dejó Patricio Aylwin, un hombre menos complicado, según creo, que los inesperados y complejos momentos que le tocó vivir como político.
    Con todo, la primera de esas tres memorias que deja Patricio Aylwin es la menos controvertida. No parece haber dos opiniones en cuanto a sus atributos como persona: bueno, honesto, franco, decente, asertivo, sobrio, enérgico, compasivo. Ubicado también, y desde luego austero, es decir, con clara conciencia de sí mismo y carente de toda jactancia, lo que no es poco, sobre todo para los tiempos que corren, que es claramente el de los agrandados que creen que pueden llegar a cualquier parte y con la mínima formación y esfuerzo. Nada más revelador a ese respecto que cuando Aylwin se definió ante el Presidente Bush, quien llegó a visitarlo a su casa de Providencia, como "un profesional de clase media", una declaración que hoy resultaría ofensiva para las legiones de arribistas y escaladores codos afuera que actúan como si pudieran llegar a cualquier parte y siempre en tiempo récord.
    Con Aylwin opositor al gobierno de la Unidad Popular y con Aylwin Presidente entre 1990 y 1994 la cosa es bien distinta. Aquí, tanto en uno como en otro de esos momentos de su vida política, las opiniones se dividen, aunque habría que concederle que su conducta en ambas circunstancias, se la juzgue como se la juzgue, estuvo marcada por la relación que él vio siempre entre política y moral, un vínculo que algunos desacreditan hoy desde las malas prácticas políticas que llevan adelante sin la más mínima autocrítica, mientras otros lo desechan desde el cinismo presente en la afirmación de que no se puede esperar moral de la política. Fue Rousseau quien dijo que quienes insistan en separar la política de la moral no entenderán jamás ni una ni otra, y Aylwin parece haber hecho suya esa afirmación que hoy nada contra la corriente.
    Es más: atendida la biografía de Patricio Aylwin, podría afirmarse que si entró a la política fue, ante todo, por razones morales, por una sincera preocupación por los más desfavorecidos de la sociedad y por la convicción, asimismo, de que el bien común debe prevalecer sobre los intereses individuales. Republicano, Aylwin lo fue no solo porque rechazara la monarquía y la dictadura como formas de gobierno, sino porque creyó sinceramente, aun exponiéndose a la acusación de ingenuidad, que quienes trabajan en la esfera pública lo deben hacer por el bien de todos y no por beneficio propio. Lo más característico de una república no es la falta de un rey, sino la preferencia por la honra antes que por el éxito y el firme convencimiento de que el espacio público nunca debe ser usurpado por intereses privados.
    Una imagen de la mañana de la muerte de Patricio Aylwin me impresionó sobremanera: la de sus cinco hijos saliendo al encuentro de la prensa apostada frente a la casa del ex Mandatario en una calle cualquiera de Providencia. Al margen de las palabras que en ese momento leyó uno de ellos, el recuerdo que guardaré es el del aspecto, vestimenta, gestualidad y expresión facial de sus hijos. Sobrios, tranquilos, austeros, contenidos -seguro que así lo habría querido su padre-, trajeron de vuelta la imagen de un país que en alguna medida hemos perdido ante la embestida de la banalidad, la estridencia y el lenguaje entre procaz y lacrimoso que impera en nuestros días.

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