Por Raúl Acevedo
Las crisis siempre son un punto de inflexión donde algo merma o muere y otra cosa crece o adquiere una posición dominante. Hoy claramente estamos sumidos en una crisis de proporciones, una crisis multidimensional como no se veía hace mucho tiempo.
El estallido social develó varias cuestiones subyacentes a nuestra sociedad, que por lo menos estaban ausentes de la discusión pública. Hay no sólo una desconfianza enorme hacia las personas que dirigen las instituciones políticas del país, los partidos políticos, los tres poderes del Estado, los órganos semi-autónomos, sino también una resistencia a las instituciones mismas. Tampoco la relación de la ciudadanía con el mundo privado es muy alentadora, el enojo, la rabia son quizás más grande que con el mundo político, pues el gran empresariado ha sido causante directo de cierto nivel de daño por los múltiples fraudes, engaños y robos descubiertos donde hombres y mujeres de bien, como acostumbran llamarse a sí mismos, poseedores de grandes fortunas, atentan contra todos los demás para incrementar su riqueza en unos pocos puntos porcentuales, resultando pocas veces en una sanción que ni siquiera es proporcional al daño causado.
Pero además en la rebelión se constató un desapego hacia el prójimo, pues el yo prima en el sistema de libre mercado a ultranza. Una luz de esperanza la prendieron los mismos revoltosos a comenzar a mirarse a la cara y colaborar para sus actividades con desconocidos, al tiempo que se asistía a quienes sufrieron daños corporales. El colectivo, la comunidad comenzó a hacerse patente otra vez. Comenzó el diálogo en los espacios públicos para hablar de cosas muy importantes, como la construcción política.
En eso estábamos cuando llegó el Corona Virus, instalando una crisis sanitaria de grandes magnitudes. Ella pone a prueba el sentido de comunidad de nosotros mismos, al someternos al aislamiento social y un abastecimiento prudente. Además hace patente el sentido con que opera la autoridad política. Se verá pronto si pone al centro de su quehacer a la comunidad nacional o al gran empresariado. Al señalar el presidente que se debe asegurar el suministro de electricidad, agua y telecomunicaciones, está diciendo que probablemente no van a cortar los servicios por no pago mientras dure la emergencia. Qué pasará después. Personas con dos o tres meses sin trabajo, sin ingresos, que gastaron todos sus ahorros y además se endeudaron para subsistir, tendrán una mochila importante en sus espaldas, pues simultáneamente deberán buscar trabajo, alimentarse, transportarse y pagar deudas de varios meses de alimentación, financieras, y de las cuentas de agua, electricidad y telecomunicaciones.
Cuál será la política pública en ese momento, cuando además estaremos entrando al invierno. ¿El gobierno pagará las cuentas? Así se privilegia al gran empresariado debido a que no asume ningún costo de la crisis al mantener aseguradas sus ganancias. Será acaso una política de distribución proporcional de los costos a la capacidad económica de cada persona (natural y jurídica), donde quienes tienen más aportan más, pues la pandemia no obedece a ningún factor de mercado y afecta indistintamente a todos los miembros de la comunidad, poniendo en riesgo a la comunidad misma.
Lo que se ve como oportunidad en esta crisis es la recuperación del sentido de comunidad y el cuidado del bien común.
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Estimado Raúl, hace usted una importante reflexión acerca de las consecuencias que podría tener esta crisis epidemiológica. La Economía Social de Mercado nos ha dado muestras que aquí TODO SE PAGA porque, aún ad portas del fin del mundo, en la cuna latinoamericana del Libre Mercado, todo se repacta, se renegocia y se chutea para más adelante. Pero, aclarémoslo bien, TODO SE PAGA.
ResponderEliminarEvidentemente, los que nos cobran tienen métodos muy "generosos" para así hacerlo y nos pueden aportar una extensión de cuotas hasta el fin de los tiempos, pero con la salvedad que podemos seguir accediendo al crédito y engrosando el monto (a punta de pichintunes) tal como hacen algunos doctores cuando te ponen una inyección: te dan un chirlo primero y luego te meten la aguja.
¡Ni lo sentí! -dice uno (como weón)
Ojalá que ocurra el ¡milagrazo! de lo que usted vaticina como una alternativa posible y que es "la recuperación del sentido de comunidad y el cuidado del bien común".
Después de ver a algunos de nuestros "ciudadanos" salir a las calles como poseídos a hacer barricadas y repudiar al lote, sin ton ni son, a todo aquel que asomara su coche en la autopista con dirección a la playa, y sin cachar nada de quien era quien, resulta bastante difícil tener confianza en que el futuro esplendor sea lo que se nos venga encima