Artículo de
Opinión
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ni la línea editorial de este Diario)
Alien Carraz
Vecino de Algarrobo, residente permanente
Una de las cosas interesantes
que se puede aprender con el paso de los años (de bastantes años) es la de
redescubrir la niñez y esa deliciosa sensación que es no tomarse demasiado en
serio. Parafraseando a un gran jugador inglés caído en desgracia, diré que “he
sido un idiota la mitad de mi vida, y la otra mitad la he malgastado en creerme
inteligente”.
Esto viene a colación porque
cuando uno se enfrasca en el oficio de escribir artículos, comentarios o
críticas sobre las incapacidades de las personas que están en el puesto para
cumplir con el trabajo que prometieron en sus campañas cuando andaban de generosos,
calificados, competentes y sabelotodos, muchas personas, amigos, parientes y
allegados de estos asalariados “prometedores” (por lo buenos para las
promesas), saltan a desenvainar improperios de grueso calibre como balas
dum-dum para defender la causa de los suyos.
Son personas apasionadas cuyos
torrentes sanguíneos están constantemente en alerta amarilla como las entrañas
mismas del Villarrica. Generalmente, la pasión explosiva nubla buena parte del
sentido común y la perspectiva. Lo que emana de las bocas de un rabioso en
estado de ebullición puede ser tan ininteligible como deschavetado, o lo que es
peor, la saliva termina por caerles en sus propias caras.
Algunos dirán que “lo que se
es” asoma cuando uno pierde el control. Aunque, también, puede ocurrir todo lo
contrario y el que emerge sea uno que es completamente desconocido para
nosotros. El animal salvaje que llevamos dentro no es siempre el fiel
representante de lo que somos.
De hecho, la ley contempla
este aspecto psicológico-emocional de un acusado cuando, por ejemplo, en un
estado de cólera infinita comete un crimen. “Estado crepuscular”, le llaman.
En fin, el asunto es que para
quien escribe el artículo, es un buen resultado que le caigan encima señoras
indignadas con lenguas viperinas (o dedos venenosos) en vez de señales de
indiferencia o comentarios hipócritas como esos saludos de besos en la mejilla
con la boca para el lado que se regalan dos viejas que se caen mal.
Lo malo está en el verbo, el
tono, el carácter, la actitud. No hay que ser huachaca para hablar de fútbol,
por mucha patada, escupitajo, zancadilla, insulto, dedo en el poto y otras
porquerías que ocurran en los partidos. La perspectiva es bueno sostenerla para
que la joda de entenderse no se descarrile hacia un abismo que imposibilita
cualquier intento de construir un puente de acercamiento entre las partes.
Claro que, me parece bien
“explotar” de vez en cuando. Soltar la mier.. es una forma de liberar esa
tensión que se acumula hasta el punto de enfermar la mente y el cuerpo. La caca
al ventilador es una mala práctica. La grosería es una herramienta
extremadamente delicada que puede ser usada en cualquier contexto siempre y
cuando sea armónica con los dichos y esté de lleno en el flujo de la
conversación y tenga pertenencia con ella.
Ya sabemos que en Chile uno
puede ser tildado de “weón” y no
enojarse, o de repente ser llamado “weón” y querer agarrarse puñetazos. Tal
como dijera nuestro filósofo costumbrista, Bombo Fica, “Chile, es una tierra rica
en weones”. Sin embargo, no a cualquiera se le puede tildar de tal si el que
dice la palabra no la sustenta con una cierta gracia y complicidad + otros
componentes propios de la relación que nutran y encajen perfectamente en la
comunión del sujeto que la dice con el sujeto que la recibe.
Doña Raquel, una ácida
comentarista y fiel creyente de Don Nelson (el señor buena gente que sueña con
grandes cosas por venir desde la inercia), me tilda de “pelotudo” sin tener
idea si sé algo de fútbol o cuáles son las dimensiones de las pelotas que
celosamente guardo en la intimidad de mi hogar. Yo, podría indignarme y mi
señora también (es que ella es la única que conoce la verdadera dimensión de mi
pelotudez).
Pero, ante la perspectiva de
enrabiarme y desenrabiarme, tendría que empezar por aceptar que hay veces en
que me tomo demasiado en serio. Que mi ego me encarcela. Que soy incapaz de
liberarme de ese Yo que se cree la raja y que está siempre ansioso por
demostrar lo inteligente que es.
En fin, son cosas del destino…
(como decía mi compadre cuando no tenía argumentos para defender sus
pelotudeces).
Lo que finalmente quiero decir
es que el mundo sigue siendo la olla común donde pululan los mismos weones que
se vienen y nos vienen matando desde hace cientos de miles de años. Nada casi ha
cambiado en el espíritu del fuego interior, la esencia, del ser humano que ama
el poder.
Con Trump y Putin a la cabeza
de la imbecilidad de los que están al mando, no tenemos garantía ninguna de
seguir vivos en los próximos meses.
Hasta Kim Jong-un me parece
menos tonto que el par ese.
Proporcional y
comparativamente, Piñera, es un lujo.
* * * *
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Por favor, seamos un poco mas serios!
ResponderEliminarNo tratemos al autor de pelotudo, si ni siquiera sabemos cuanto calza!
Por favor!!
Culturas, costumbres e idiosincrasias hacen al trato entre personas y su contexto.
ResponderEliminarImagínate Alien; si en lugar de ser casi agredido por discurrir, tuvieses que convivir con otro tipo de "vacas sagradas", como en India por ejemplo.
Bueno, Carlos, en un paisaje como ese habría que tener mucho cuidado en dónde poner los pies. El gran Verdaguer, describía ese peligro existencial: "Uno nace, vive, se muere, lo entierran, se convierte en fertilizante, crece el pasto sobre él y viene un caballo (vaca) y se lo come. Después de este proceso físico, químico y biológico hay que tener cuidado dónde pisamos...puede ser un primo nuestro".
ResponderEliminarY ya sabemos que acá los parientes pululan por todas partes.