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viernes, 6 de marzo de 2020

¿DE TANTO REPETIR LO MISMO, SE HARÁN REALIDAD LOS SUEÑOS?

Por Alien Carraz
Escritor & Articulista

 (la mecha se prendió en El Tabo y ahora no sabemos hasta dónde puede llegar el beneficio)


La teoría sentimental de algún código civil imaginario señala que debemos ser buenos para lograr un escaño en el cielo (y obviamente, una inmensa mayoría de las damas presentes, más otros gentiles de buen corazón, estarían de acuerdo con este principio de corte religioso, ético y moral), mientras que otra de las hipótesis de corte místico y celestial, nos dice que si somos malos nos iremos directamente al infierno. Algo, que muchos del colectivo ponen en duda porque buena parte del gentío cree que tanto el diablo como el mismísimo averno hace rato que ya están instalados acá abajo y justamente sobre el mismo suelo donde caminamos todos. De hecho, hasta en los comics para nerds (o sea, una basta porción de la población presente) se representa al demonio como un popular ángel caído; un héroe de pacotilla, con extraordinarios poderes y un apetito voraz por el dinero, la fama, los espejos, las selfies, amén de una implacable vocación política que no conoce los escrúpulos (¿Dónde habré escuchado esto (y sobre quién) en El Tabo?) y una facilidad extraordinaria para poner la suela de su zapato encima de lo que sea. 

Ejemplares de estos demonios hay por miles y la mayoría de ellos están en las esferas del poder económico, mientras que otros están a cargo de los destinos de la tonta gente que votó por ellos.

Nuestras madres nos señalaban que vendría el Cuco y nos comería si es que no hacíamos, por ejemplo, aquellas cosas fundamentales que los niños deben hacer, y entre las principales, ser buenos con los papis. Mi hijo de 12 años -que es un encanto y nos regala amor todo el día- tiene varios demonios pegados en la pared de su pieza como si fueran esplendorosos ídolos e invencibles semidioses. 

Acá, en Algarrobo (al igual que en la Conchinchina), todos sabemos que hacer una “ciclovía” que empieza en ninguna parte y termina en ninguna otra, es una inversión propia de quien entiende cero y nada de qué se trata su pega, ni en qué hay que invertir los fondos, ni cuál es el beneficio para la ciudadanía (incluidos los visitantes), ni de qué se trata el progreso de la ciudad. Lo único que se puede concluir con tal despilfarro es que se quiere hacer un flaquísimo y técnicamente equivocado favor a los condominios presentes (San Alfonso del Mar, principalmente ) con esos ¡500 metros! de ciclovía. Cualquier pista de tales dimensiones es ya un error en sí misma porque no sirve ni siquiera para empezar a calentar. Los ciclistas de mountainbike que vienen para acá se tiran un zorral de kilómetros y siempre buscando paisajes, sitios de interés, panorámicas, amén de muchas curvas, subidas, cuestas, pendientes, bajadas y todo tipo de desafíos de ese orden. ¿Qué van a hacer con 500 metros de vía, si la idea, además del paseo, es bajar la guata, afirmar el poto, llenar los pulmones de aire puro, endurecer las piernas, sacarse la rabia capitalina y hasta deshacerse del cochino smog que traen puesto? 

En un país donde los alcaldes son los que definen finalmente, en un “pueblo” como este, qué es lo que se hace para el desarrollo y el bien de la gente, nuestras posibilidades ciudadanas de sacar a Algarrobo del sub desarrollo turístico (su principal fuente de ingresos) es una tarea titánica, propia de quienes, al igual que Batman o el Hombre Araña, deben plantarse un traje de super-héroe, abandonar buena parte de sus intereses personales, dejar de lado montones de horas de amor y goce con la familia, batallar en contra de los incansables especialistas en el atornillamiento al revés, sufrir lo indecible con una burocracia demodé e intransigente, andar como los weones de puerta en puerta haciéndose pedazos los nudillos para recibir portazos en la cara...además de otros 100 impedimentos que harán de la labor de ciudadano ejemplar una especie de calvario permanente con vista al mar y las rocas (ex playa).

Un horror de trabajo que está para aquellos que tienen ardientes ambiciones políticas o para esos otros devotos fervientes y generosos que, sencillamente, son más buenos que la cresta y que deberían, en vida, estar sentados a la diestra de algún dios. 

Todos los demás del colectivo, favor abstenerse.

Se me hace que la fórmula para sacar adelante una tarea como la de estimular los cambios necesarios para que Algarrobo se haga cargo de su precaria realidad y encamine sus pasos hacia una coexistencia equilibradamente agradable y atractiva entre el medio ambiente, residentes y visitantes, es la de definir, ¡para solucionar!, los principales lastres históricos, carencias, fallos, equívocos y desaciertos que hacen que este balneario se transforme en un despelote y que su futuro - ya incierto - se vea además amenazado por ausencia, déficits, incompetencias, pillerías y otros males endémicos fundamentales que tienen relación con ¡la administración!, el agua, la sanidad ambiental, las playas, la circulación y... ¡Punto!.
Agrego ¡punto!, porque la peor decisión para arreglar la casa es querer arreglarlo ¡todo y al mismo tiempo!. Mi cargante y repetida sugerencia es que hay que empezar por el principio y no parar ni un minuto sino hasta que el punto N°1 de la lista de prioridades no haya cumplido con estar debida y racionalmente solucionado. Lo de la administración de la ciudad tendrá que esperar hasta que el “Señor de los Parques de Palos Parados” cumpla su mandato y tenga a bien hacer uso de su retiro permanente y sin retorno. 

Para todo lo demás: Nada de parches. Nada de promesas. Nada de medio pelo como letreros, instalados por meses y hasta años, que indican “Camino en Mal Estado” para avisar la sarta de hoyos más adelante...¡No, señor! La consigna es apuntar a que los hoyos ¡se tapan apenas hayan aparecido!.
Si no hay vocación ni voluntad de hacer algo como eso, no habrá posibilidad ninguna de arreglar otras cosas que son, comparativamente, muchísimo más complejas y difíciles de abordar. Como conseguir un administrador de la ciudad con vocación de servicio, conocimiento y que tenga al progreso y desarrollo global de Algarrobo como la única misión de su trabajo (no agrego probidad, honradez y alguna de las otras cualidades imaginarias que son impropias de la gente que busca el poder para alcanzar la felicidad propia) y que sea capaz de arreglar lo de Esval y la mierda que flota en el mar, por ejemplo. Ni qué hablar de hacer otras vías de circulación para descongestionar la Costanera y hacerla caminable, junto con tener lugares periféricos a mano donde visitantes y turistas puedan estacionar un coche... O, que se atreva a lidiar técnica y científicamente con las amenazas que vienen con el cambio global que irá paulatinamente dejándonos cada vez más secos por las faltas de lluvia e incrementando indefectiblemente el deterioro de las playas hasta hacerlas desaparecer del todo y, quizás, obligándonos a transformar el agua del mar en potable y bebestible tal como están haciendo en la VI Región, en el lago Vichuquén específicamente, donde el agua ha ido desapareciendo de todas sus fuentes. 

Estamos, planetariamente, hasta las masas de señales, catástrofes (incendios, deshielos, inundaciones...) enfermedades, extinciones y otros tantos males provenientes del Cambio Global, que hay que ser el Trump de los idiotas, el Maduro de los torcidos, ciegos y obcecados, el Piñera de los incompetentes, como para no darse cuenta de lo inminente, y en consecuencia, a la velocidad del rayo, hacer los cambios imprescindibles para que podamos adaptarnos a la nueva realidad y empezar a convivir con esta metamorfoseada naturaleza que nos abre el abanico de violentos y urgentes desafíos.
Voto APRUEBO Para Que Se Arrime La Sabiduría

El estallido de Octubre, nos deja a muchos inmersos en una controversial relación con el mundo político. A sabiendas que no podemos prescindir de los políticos y que nuestra percepción intelectual y emocional con ellos es cada vez más de recelo, sospecha o desconfianza, nos toca cuestionar el tipo de personas que actualmente componen el espectro político porque se podría concluir que no son los personajes carismáticos, vendedores de sí mismos, expertos en la oratoria y el verso, con títulos de abogados, ingenieros o médicos, muchos maestros del camuflaje, artistas de las volteretas, quienes debieran estar en los sillones del Congreso creando y aprobando las leyes, dirigiendo las comisiones, interpretando las necesidades de la gente o haciendo todo aquello que a la postre ha servido para que el estallido se haga presente, la revolución de masas se vuelva inevitable y el caos institucional nos lleve a tener autoridades que, desde el presidente y hasta los ministros, tengan un paupérrimo porcentaje de representatividad ante la mayoría ciudadana. 

La metodología que nos hacer elegir a los representantes instalados en la Presidencia, en el Congreso o en las Alcaldías, está equivocada. 

Me explico: nosotros, la gente, votamos por las personas equivocadas porque basamos nuestro voto en la confianza o no que sintamos sobre alguien de quien, básicamente, no sabemos casi nada, sino apenas lo que nos ha vendido con su trabajo de marketing de sí mismo, sus discursos, sus apariciones en la tele y lo que los prosélitos y antojadizos medios de (des)información escriben o cuentan de él. Todo junto, forma parte de su campaña para llegar a la meta de algún escaño en el Congreso con el fin de alcanzar a materializar propósitos que finalmente se autodestruyen en medio de la lucha de poderes, las componendas, las colusiones, las tentaciones y alguna que otra bagatela que ayude a acomodar la convivencia de pactos en el Congreso y que también pueda servir para el lucimiento personal a punta de verborreas y chanchullos.

Esta forma equivocada de elegir está regida por un principio en el cual nosotros votamos por quienes se presentan y están dispuestos a luchar por sus “ideales”. Pues, déjenme decirles que deberíamos contar siempre con aquellos otros a quienes se les debería invitar ¡por ley! a participar en todo lo que lleve a la toma de decisiones que atañen al bienestar del país y de su gente: Aquellos, son esos seres humanos cuya principal motivación en la vida está en la erudición, el conocimiento, la ciencia, el saber y también en la política, pero NO en el poder. 

¿Tenemos gente sabia de esta categoría en Chile? ¡Claro que sí! Tenemos una buena cantidad de personas doctas y extraordinariamente bien preparadas para establecer principios fundamentales para el desarrollo, la convivencia, la preservación y todos los demás etcéteras que componen la política, la ciencia y la tecnología al servicio de la naturaleza, de la Constitución, del país y de la gente.

Hoy, tenemos maestros, científicos, expertos y otros profesionales que dedican buena parte de sus vidas en andar de foro en foro tratando de motivarnos para que seamos conscientes del cambio climático, de la escasez del agua, de la importancia de los humedales o de muchos otros asuntos sobre los que, como ciudadanos, debemos estar alertas . Sin embargo, este estado de crisis de recelo y descrédito al que hemos llegado, hace que estos esfuerzos personales se pierdan en la indiferencia y el desinterés porque es del sentir ciudadano que tales intentos no tienen ninguna representatividad entre la gente que toma las decisiones, en aquellos que están a cargo, y que solo les apoyan con la intención de vender una imagen de “conectado” que es solo basura mediática. 

Habría que encontrar la fórmula para que estos eruditos se hagan parte de la solución y estén, repito, en el ámbito de la toma de decisiones.

Sabiduría no es igual a conocimiento. Sabiduría, está en el marco del sentido común y de la naturaleza de las cosas. 

La inteligencia es la capacidad de entender y hacer las cosas correctamente. 
La sabiduría es la habilidad para elegir las metas que valen la pena para hacer las cosas correctas. 
La inteligencia tiene que ver con el conocimiento, con el cómo. 
La sabiduría tiene que ver más con los valores, con el porqué. 

Con políticos solamente “inteligentes” seguiremos tropezando con las mismas piedras y encajonados en el mismo subdesarrollo. 

Necesitamos gente sabia en la política para que los principios que nos rijan y las responsabilidades propias -entre ciudadanos y Estado- sean armónicos con la misma naturaleza que nos impulsa. 

Desde cuando no existían los televisores, ni los celulares, ni la internet, ni nada de estas maravillas digitales “inteligentes”, se ha venido repitiendo que los males de la humanidad estaban en la falta de educación. Se creía que con “educación” se iba a poder corregir el rumbo de las cosas, que tendríamos (en el poder) gente capacitada para trazar nuestro destino ciudadano hacia una convivencia con equidad y justicia como los estandartes del mundo feliz. 

Mientras más Harvard, Oxford o Stanford entre nuestras huestes políticas estudiosas y exitosas, la meta de la felicidad social se ha mantenido inalcanzable. Y ni qué decir de otros países con vaporosos políticos egresados de las demás que copan el listado de la mejores universidades del mundo. Hay más de 70 de ellas que son rusas, casi 100 chinas, 60 brasileñas, 65 indias, 12 sudafricanas, etc.

Todos los parlamentarios egresados de ahí son “cultos” lo suficiente como para granjearse buenas vidas y dar buenos discursos.

La sabiduría ¡es otra cosa!

¿Así cómo vamos, estaremos fritos hasta el fin de los tiempos?

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