Portada de su libro
Es por eso que hoy El Indagador establece este diálogo exclusivo con Gervais, quien desde el verano francés, amablemente responde a nuestras inquietudes.

Gervais, en enero pasado, entrevistado por el canal francés TVL con motivo de la publicación de su último libro, “La urgencia climática es un anzuelo”
En un ambiente que podríamos definir de cierta hegemonía ideológica, incluso algo sofocante, ¿qué lleva a un hombre de ciencias como usted a cuestionar, incluso contradecir, la tesis del calentamiento global producto de la emisión de gases de efecto invernadero?

Con una concentración en la atmósfera entre 1 y 5% en volumen, el vapor de agua es el principal gas de efecto invernadero. Y por fortuna, sino el planeta sería demasiado frío para ser habitado. El dióxido de carbono, CO2, queda muy atrás con una concentración de apenas 0,04%. Es efectivo que esta ha aumentado en 0,01% en el último siglo, en directo beneficio de la vegetación y las cosechas, siendo el CO2 su alimento tan indispensable como irremplazable. 

Todo gas conformado al menos de dos átomos distintos, hidrógeno y oxígeno para el vapor de agua, carbono y oxígeno para el CO2, absorbe radiación térmica, en este caso la de la Tierra, a frecuencias precisas, 20 y 70 terahertz en el caso del CO2. En estas dos frecuencias, el CO2 atmosférico alcanza prácticamente el máximo de absorción posible, de manera que el efecto no puede sino resultar menor, del orden de 0,2°C suplementario, de aquí a cincuenta años al ritmo actual de las emisiones. Este débil calentamiento es coherente con el aumento de 0,4°C de la temperatura media de la Tierra desde 1945, año que marca el inicio de las aceleraciones en las emisiones. Una porción de este aumento de 0,4°C corresponde a la variación natural del clima.

Gráfico que demuestra la envergadura del alza en la temperatura del planeta
Cuando se habla de asuntos tan complejos como el cambio climático, a la mayor parte de la gente no nos queda más que mirar de lejos con la esperanza que atrapar alguna prueba que nos aclare algo el panorama. Pareciera que estamos ante un asunto de la “gran ciencia”. En este sentido, me imagino que hace 180 años Daguerre pudo haber hablado mucho respecto a la factibilidad de reproducir artificialmente las propiedades de la retina humana; incluso el mismo Einstein pudo hablar de sus teorías de gran complejidad. Sin embargo, Daguerre puso ante las narices de sus contemporáneos papeles que efectivamente reproducían la realidad, y Einstein también tuvo su eclipse para disipar dudas. En resumen, ¿no se puede acaso reproducir de alguna forma, “a escala”, el principio de la tesis del calentamiento producto del CO2?

La experiencia de Wood de 1909 comparando dos materiales, el vidrio y el cloruro de sodio y su efecto invernadero, es poco probatorio y ha sido criticado con justicia posteriormente. En cambio, la casi saturación del efecto “invernadero” del CO2 fue demostrado por Angström antes de 1900, lo que llevó a Arrhenius a revisar a la baja sus predicciones en 1906. Desde que existen las mediciones por dispositivos puestos en satélites, la evolución del espectro infrarrojo de la atmósfera a 10 kilómetros de altura -altura promedio en la cual el CO2 contribuye a emitir radiación al espacio-, ha sido hasta ahora demasiado débil para ser medible, al menos con la precisión deseable, confirmando el aumento menor de la temperatura desde 1945. 

En sus presentaciones, muestra gráficos bastantes elocuentes. A fines de este año Chile recibirá la COP25, la cumbre mundial para debatir en torno al cambio climático. Considerando que si Francia, incluso toda la Unión Europea, mantuvieran sus políticas de reducción de emisión de CO2 el impacto global sería prácticamente imperceptible, ¿qué sentido ve usted en que economías más chicas, como la mayor parte de las latinoamericanas, busquen hacer algo parecido respecto a sus emisión de CO2?

En efecto, Francia no es responsable más que del 0,9% de las emisiones mundiales de CO2, y Europa del 10%. Los principales países emisores son China, seguida de EEUU y de India. El informe AR5 del GIEC concluye en una sensibilidad climática transitoria comprendida entre 1°C y 2,5°C. La Tierra se calentaría en una temperatura dentro de este margen de un nivel de incertitud demasiado grande para el diseño de una política fiable, al momento en que el CO2 aumentara el doble su presencia en el aire.

Europa se flagela con un “paquete clima” en vigor desde 2009 y que consume cerca del 20% del presupuesto europeo, tendiente a reducir las emisiones en un 20% de acá al 2020. No ha, de hecho, reducido más del 10%. ¿Cuál ha sido el impacto en el clima? Entre 2 milésimas y 6 milésimas de grado Celsius, tomando el criterio de sensibilidad climática del GIEC, no obstante notoriamente exagerado. Para Francia, esas cifras caen a 0,0002 – 0,0006°C, irrisorios. El impacto sería del mismo orden, incluso menor, para la mayoría de los países de América Latina. ¡En tanto que el 90% de los otros países no se sienten listos para sacrificar su economía a la ideología “carbonocondríaca”!

Los países que más aumentaron su emisión de CO2 en los últimos 15 años. La relevancia de China resulta apabullante. Brasil y México, los más fuertes contribuyentes latinoamericanos, generan entre ambos un aporte comparativamente muy secundario.
Interesante charla de Gervais de diciembre de 2018 (en francés) acá